domingo, 4 de junio de 2017

Colores


Blanco. Caucásico, europeo.
Azul en mis pupilas, no en mi sangre.
Marrón. Los que me voy tragando.

Rosa. En ramo, en el amor.
Burdeos o rioja, para el vino.
Ámbar en el colgante o camafeo.
Gris perla en el collar de Doña Carmen.

Café en el desayuno, con tostadas.
Chocolate con pan, viendo “Bonanza”.

Rojo. No colorado. Hasta el final.
Amarillo. La prensa más vendida.
Escarlata. Jurando en la montaña.
Lila, lavanda o malva, que nunca he distinguido
Beis. El “beige” castellano.

Crema. Martirio del diabético.
Pistacho. Para mis excursiones de domingo.
Oro en la boca y plata en el ajuar. Ni rastro en el bolsillo.
Crudo. El beis sin cocinar.

Pardo. El gato de la noche o Lampedusa.
Naranja. Santa Rita, como la corrupción o la gaviota.
Mostaza. Nunca en gas. En salsa en el “perrito” o la hamburguesa.
Sinople, sable y gules del escudo, que es verde, negro y rojo, pero en fino.

Cárdeno, berrendo, salinero. Mal augurio si entraste en los chiqueros.
Púrpura para el noble, que es morado de aquellos que queremos o Podemos.
Rubio, moreno o cobre. A tu elección, si rondas los cincuenta.

Marfil. Alma del Serengueti en manos de furtivos.
Negro. Futuro ungido de aceite de petróleo.
Transparente. A miles va fundiendo, nuestro Mediterráneo.

Verde como la hierba que liaba. Como el vecino musgo que miraba, como lo qué, ahora, soy: un viejo, verde, olivo milenario.




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