lunes, 13 de junio de 2016

Una del oeste



Nací al amor con diez años y un arco entre las manos.

Yo soy Toro Sentado. Los vaqueros
se ocultan tras los setos, al terminar Pamplona;
detrás de “Los Caídos”

Se aproximan las chicas:
Pilar, Cristina, Ana y …
M A R I S O L.

Paramos la refriega.

Absorto en su sonrisa,
en sus cabellos rubios y rizados,
me acerco con descaro. El primero.

Tensa, en el arco, la cuerda esta apoyada
en la incisión trasera de la flecha.

A tan solo tres metros,
huelo a fresas con nata
y un punto de canela.

Están llegando el “Sherif” y García.
El “Sherif” es Gutiérrez, de tercero.
Azpiroz -como siempre- se ha perdido.

¡Cómo brillan sus ojos!
¡Y ese vestido azul! Brazos al aire
y esas piernas perfectas… hasta el suelo.

Algo ocurre en mi mente, que mi mano
relaja la presión. Es el momento
en que la flecha parte
como una exhalación y sin destino.

En un segundo eterno,
maldigo tanto a Wayne
como a John Ford.

¡No vive en el Oeste, el tal Cupido!

Tal vez eran de amor nuestros venablos,
pero este es de dolor, pues, Marisol
con la rama de un boj en su antebrazo
no hace más que gritar, y de sus ojos
manan el Rio Grande y Colorado
y unos dardos de fuego que se clavan,
justo en mi corazón.

Seiscientos meses son cincuenta años.
Más de dieciocho mil doscientos días,
que llevo en mi memoria “Wounded Knee”





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