jueves, 11 de febrero de 2016

La báscula esdrújula



En mi baño, la báscula,
me demuestra los sábados,
de forma matemática,
que la grasa en el músculo
de mi cuerpo decrépito,
merma de forma mínima.

Relleno mi estadística
aburrida y monótona
pues veo cuán escuálido
resulta ser su número.

Al parecer, utópico
es querer ser sinónimo
de escultural hispánico.

Tal vez cambie de táctica.
Quizá hacerlo de víspera
-aunque no tenga lógica-
resulte ser más práctico.

En fin… todo es teórico.

Aprecio lo ridículo
de esperar que una máquina
convierta un ser tan rústico
en un Apolo atlético.

Me comenta mi cónyuge
que a veces siente vértigo
al ver  “un informático
de cuerpo tan fantástico”

¡Como cambia el ser cómplice
el discurso romántico!
Aunque, quizá, lo último
tenga un tinte sarcástico.

Pienso cambiar de método.
Tal vez ser más ecléctico,
pesarme sólo en miércoles,
darle un sentido lúdico
o que me importe un rábano
lo que opine mi médico.

Tras mi último hálito
leed mi necrológica:
- Se nos fue sin estrépito,
sin perder nunca el ánimo
y ahora que ya está rígido,
de su amiga la báscula,
el homenaje póstumo
recibe cual oráculo:
“Has hallado la fórmula
del régimen calórico.
Llegaste al peso óptimo.
Te doy mi beneplácito”. 





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