Nací al amor con diez años y
un arco entre las manos.
Yo soy Toro Sentado. Los
vaqueros
se ocultan tras los setos, al
terminar Pamplona;
detrás de “Los Caídos”
Se aproximan las chicas:
Pilar, Cristina, Ana y …
M
A R I S O L.
Paramos la refriega.
Absorto en su sonrisa,
en sus cabellos rubios y rizados,
me acerco con descaro. El
primero.
Tensa, en el arco, la cuerda
esta apoyada
en la incisión trasera de la
flecha.
A tan solo tres metros,
huelo a fresas con nata
y un punto de canela.
Están llegando el “Sherif” y
García.
El “Sherif” es Gutiérrez, de
tercero.
Azpiroz -como siempre- se ha
perdido.
¡Cómo brillan sus ojos!
¡Y ese vestido azul! Brazos
al aire
y esas piernas perfectas… hasta
el suelo.
Algo ocurre en mi mente, que
mi mano
relaja la presión. Es el
momento
en que la flecha parte
como una exhalación y sin
destino.
En un segundo eterno,
maldigo tanto a Wayne
como a John Ford.
¡No vive en el Oeste, el tal
Cupido!
Tal vez eran de amor nuestros
venablos,
pero este es de dolor, pues,
Marisol
con la rama de un boj en su
antebrazo
no hace más que gritar, y de
sus ojos
manan el Rio Grande y
Colorado
y unos dardos de fuego que se
clavan,
justo en mi corazón.
Seiscientos meses son cincuenta
años.
Más de dieciocho mil
doscientos días,
que llevo en mi memoria “Wounded Knee”