jueves, 22 de enero de 2015

19 de Enero


Me dispongo a escribir
con el ánimo bajo.
Como si me faltara,
en la mano, destreza,
recuerdo en la memoria
o razón para hacerlo.

Me informo por la prensa
que -como día- es hoy:
 “el más triste del año”

¡Que mustios. Que agonías!
Van a tener razón los agoreros.

Ni fu ni fa.
     Ni carne ni pescado.
          Ni adelante ni atrás.
Nada de nada.

Pinta gris este lunes
de un Enero tan frío.

Quería, a mis amigos,
regalar un poema,
pero por mi cerebro
fluye la tinta espesa.

Incluso el pensamiento,
obtuso, casi plano,
-en posición fetal-
anclado está en el fondo.


Mis queridos amigos
…ya lo siento,
no puedo.
 Otro día será.




lunes, 5 de enero de 2015

El Armario

Toda mi vida,
conforme va pasando,
la recojo, la doblo,
la empaqueto y la guardo
en un armario rojo,
de cerezo, hecho a mano.

Ahí tengo mi niñez,
desde hace mucho, envuelta
cual si fuera un regalo.

Toda mi juventud…
la música, los libros,
los recuerdos más gratos.
Utópicos deseos
y el beso que, robado,
me abrió tanto al amor
como al dolor y al llanto.

¡Que ordenada la vida,
en cajas de zapatos!

La madurez en perchas.

La familia, el trabajo.
El amor ya sereno.
Los proyectos soñados.
Algunos ya cumplidos
y muchos anhelados.

Un armario, una vida.
Una vida, un armario.

Vidas que salen de ellos.
Mientras otros guardamos,
bien lavada y planchada, 
la nuestra en un armario.





sábado, 3 de enero de 2015

OSCURO Y CIEGO

Llevo en mi corazón un sin vivir,
que no puedo por más, que relatarlo.

No es tanto que me pese,
…que me pesa,
sino que en agua
se me convierte el seso.

Dirán que para tanto no será,
…pero lo es.
O,…qué imaginación tan desbordante
derrocha, quien escribe, en este texto.
Pero lo que aquí digo, han de creer,
es la verdad.
¡Vamos!… que es todo cierto.

“Todo empezó un día de noviembre.
Las once de la noche, oscuro y ciego.
Oigo que llaman
al timbre de la puerta.
No tardo ni un minuto
en cruzar, del salón,
por el pasillo al hall.
Me sorprende, al abrir,
que, en el suelo, un hatillo
de ropa en una cesta
alguien ha abandonado.

¡Va a ser que es un bebé!

Mirando más despacio,
observo,
que el bulto es una niña.
Yo diría
que tiene unos dos 
años de vida.

La baño, la alimento
y con el tiempo
me enamoro y me caso
con ella y su destino”.

Hasta aquí,
parece, más o menos,
que todo es lo correcto.

Bien cabría pensar
que aquí, se acaba el cuento.


Pero este es el comienzo.

“No nos vienen bien dadas.
He perdido el trabajo
y he vendido la casa.

Mi mujer, ya hace mucho
que se marchó con otro.
Tuvimos una hija,
que me recuerda a ella
como era, de pequeña.

Un día de noviembre,
cansado de sufrir
y viendo que el futuro
-oscuro y ciego-
no es muy halagüeño.
Decido, por su bien,
en un hatillo
meterla en una cesta
y en aquella, la  nuestra,
la casa que perdimos,
dejar junto a la puerta.

Pulso el timbre y me alejo”

Se que el dueño,
de nuestra antigua casa,
bañó y alimentó
se enamoró y casó
con mi preciosa niña.
Pero, al tiempo,
ésta, parece ser,
que se marchó con otro,
dejando tras de sí
solo un mar de tristeza,
un rosario de deudas
y un recuerdo.

Pues dicen que a él también
le echaron del trabajo.

Que tuvo que vender
sus bienes y su casa
y que una niña tuvo
-que en ley yo era su abuelo-
que al poco abandonó
junto a la puerta
de la que fue su casa.
Esto pasó en noviembre,
una noche a las once.
Oscuro y ciego”.




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