viernes, 29 de mayo de 2015

El Secreto de la Vida



En breve seré un anciano
sin experiencia ni escuela.

Pero éste, llevará dentro
un hombre medio maduro
con bastante recorrido.

En verdad que en sus entrañas
porta un joven, licenciado,
en aciertos y fallidos.

A su vez, éste, atesora
un niño, que ya conoce
el secreto de la vida,
que no es otro que gozar
hasta que llegue la hora.





Pecados Capitales


Pecados capitales. La lujuria,
pereza, gula, ira y la envidia
junto con la avaricia y la soberbia.

Estos que he enumerado son los grandes.
Son los que se cometen en ciudades
como Paris y Londres, Nueva York
Berlin, Madrid o Roma, o Buenos Aires.

Porque donde yo vivo son menores.
En vez de la lujuria es el deseo.
Que en el tema del sexo, practicarlo
se cuenta, en su escasez, como milagro.

Decir que: la pereza, no se estila.
Lo nuestro es la desidia o la desgana
o mucho más castizo: la galbana.

Pensaba que la gula era un pescado.
Nunca he nombrado así al apetito
que mucho mejoraba en mi niñez
el hígado, de un pez, bien exprimido.

La ira, es mala leche. Es el cabreo.
Si llega hasta las manos es violencia.
Se queda, casi siempre en arrebato.
Lo vas a ver, sin duda, circulando.

Debajo de la cama, la pelusa.
Así es como llamamos a la envidia.
Pero también son celos, que generan
-cuando son desmedidos- odio, tirria.

La avaricia, un sabio definió
como el mayor pecado de los pobres.
Porque, por más que tengan nunca llegan
a gozar de sus bienes o sus dones.
Tacaños o mezquinos, se les llama,
rácanos, miserables o agarrados.

Siempre había creído que soberbia
era: excelente, esplendida, sublime.
Pero hay otra acepción: la vanidosa,
la arrogante, pedante o engreída.

Aquí damos un nombre al que padece
la enfermedad de “ser él, más que nadie”.
Nosotros le llamamos: gilipollas
mostrándole la puerta de la calle.

Ya veis que no pecamos, sino erramos.
Que no son capitales, los pecados.
Aunque los cometemos, les llamamos
deslices provinciales -por si acaso-.







Seguidores