martes, 15 de octubre de 2013

102


Hundido por la crisis
sin ver una salida,
con ánimo agotado,
me encuentro
en el tejado.

El suelo
a veinte metros
por debajo,
me invita
a recogerme en su regazo.

Y aquí
dilucidando
si a la puerta del banco
o justo a la salida
de la pastelería,
sin pena,
estampo mi sesera.

¡Vaya! quien lo diría,
que mi duda postrera
enfrentaría
lo más dulce
y amargo de mi vida.

En el bolsillo el móvil,
a punto de agotar la batería,
rabioso suena.

En un acto reflejo,
al contestar,
oculto el desconsuelo.

La teleoperadora
va soltando
de la madeja el hilo
sin descanso:

“Un giga en cuanto a datos
y en voz, podrá contar
con ciento dos minutos
de regalo”

¿Y por qué ciento dos?
-pregunto extrañado-

“Cien son los de la oferta
y dos los que le cuesta
de la pastelería,
llegar hasta su puerta.
Yo le invito al pastel
y usted paga el café.
Después vamos al banco
a firmar el contrato”.

¡Vale!
En eso hemos quedado.




 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores