Al fin tengo la certeza
que no hay dioses ni demonios.
Que quien dicta el patrimonio,
quien a todo da fijeza,no surge de la destreza
de contubernios o pactos.
Ni hay nadie con artefactos
o con tanta sutilezaque mueva nuestra riqueza
contra nuestra voluntad.
Que no existe mezquindad
en llenarnos de tristeza,ya que en nada hay fortaleza.
Que todo dato es casual,
sirviente coyuntural,sin atisbo de nobleza.
¿Quién promueve tal vileza?
¿Será acaso la casuísticao tal vez sea la mística
la que incurra en tal bajeza?
Sin piedad es: la Estadística.
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