domingo, 31 de marzo de 2013

LA TOALLA


Aprovechando que en julio era verano,
tuvimos una idea, los amigos:
-las tres parejas- hacer un Gran Hermano.

¡Qué semana... Dios mío... qué semana!

Parece que fue ayer... y sin embargo,
atestiguan las calvas y las canas
que han pasado al menos treinta años.

Aún así, el saludo no nos falta.

El caso es que en la costa acampamos.
Tres velas blancas. Tres palos de mesana.
Seis en total. Casados o arrimados.

¡Nadie llevaba intención premeditada!

Al cabo de seis días de desgarros,
se rompió en cuatro trozos nuestra manta.
Y mi brillante idea: “Esto hay que hablarlo”
resulto ser: ¡la tapa en la tinaja!

Aquel séptimo día, el del descanso,
ninguno puso en boca una palabra.
Estaba claro, que había sido un fracaso.

¡En esta playa, dejo yo mi toalla!

Con este sentimiento desganado,
recojo para volver a mi casa.

Un niño se me acerca apresurado
lleva en su mano –pensando que olvidada-
esa toalla, que había abandonado.

 ¡Vamos... – me digo- no tires la toalla!

Desde aquel julio, aquel verano aciago,
elijo cuando y con quién me baño.

Ya no me mojo si el día no está claro.
Sobre mis hombros, a modo de rebozo,
sujeto la toalla, que -con sus treinta años-
ha recogido lágrimas, sollozos,
de aquellos cuya vida era el trabajo.
De los que se rompieron en mil trozos
al intentar poner amor a plazo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores