lunes, 4 de marzo de 2013

RONDABA LOS CINCUENTA


Como todos los días
el autobús no espera
y, por los pelos,
lo tomo a la carrera.

Las mismas ocho caras.
Con sueño todas ellas,
menos la jubilada
y el conductor,
- cada semana cambia-
el de la cara larga.

Una señora,
con la raya del ojo
aprisa repintada,
viendo por la ventana
como empieza a alumbrar
el sol, por la mañana.

Se ha dado cuenta
que hoy la miro con calma.
Afloja el entrecejo
y difumina
su “código de barras”.

Una sonrisa apenas.
Sus ojos se le “achinan”
pero no me da cara.

A saber lo que piensa
cuando moja
los labios con su lengua,
mordiendo el inferior
mientras asienta
del “suje”, los tirantes
con su mano derecha.

Alisa, con la izquierda
el borde de su falda.
Es como si quisiera
dirigir mi mirada
hacia su pierna.

En el asiento,
al punto, se endereza.
Tomando aliento,
su torso, su belleza,
se hacen mas claramente
relucientes.

Es mi parada.

Ya en la acera,
-de la mujer-
su rostro quiero ver.

 Ahí está ella.

El autobús,
sentada se la lleva.

Una sonrisa franca,
mostrándome sus dientes.

Parece una maestra,
seguro... una docente.

 
Y yo...
pensando... ¿qué será,
lo que mañana enseñe?.
 
 
 
 
 



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