domingo, 18 de noviembre de 2012

Elías y María


Por trabajo, dos semanas,
a la capital fue Elías.
Días cortos, noches largas.
El deseo afloraría.

Destellantes luces rojas
como imanes atraían.

Era otoño y las hojas
de los árboles caían.
 
Con el trabajo cumplió.

A la torre de una iglesia
miró, buscando analgesia,
mas el remedio fue peor.
De la campana el badajo
le dio alas, no relajo.
El sosiego arrebató.

Esa noche, no sabemos
de que forma la pasó.


De vuelta en casa, María
-que, supongo llevaría
medio mes sin alegrías-
a su marido pidió
que cumpliera con ardor.

-Espera un poco, María
que quite el polvo, el sudor
y el cansancio de la vía.

Una ducha, una bebida
y sin rastro de fatiga,
Elías,
cedió de su autonomía.

Tras el lance,
Elías se quedó en trance.

 Mirando al techo, María
al hombre así le decía:

 -¡Ay! Elías, Elías...
Este polvo, no es polvo
de quince días...



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